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Angela Pessagno: Tentaciones, amistades y secuelas del virus.

  • Hiro Ramos y Mauricio Torres Calle
  • 13 nov 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 6 dic 2020



Era la tarde del 2 de agosto, Angela Pessagno se encontraba en su casa haciendo sus quehaceres, cuando de pronto recibió la llamada de su amiga quien le pedía ayuda en un asunto muy urgente. Sin pensarlo dos veces, decidió acudir al llamado de quien sería, sin intención, la causante de una de sus peores pesadillas: el nuevo coronavirus. Angela y su amiga se reunieron al interior de su auto, acto seguido se retiraron las mascarillas para darse el gusto de fumar un cigarrillo mientras conversaban. Luego de una extensa conversación, y tras despedirse de su amiga, volvió a su casa y continuó con su rutina diaria, sin pensar en que esa inocente y simple plática al interior de un auto, sería la causa de un gran problema. A la mañana siguiente, Angela se sentía extraña, empezaba a detectar los síntomas característicos del virus que venía atemorizando al mundo desde hace ya unos meses. Asustada por la situación que vivía, y preocupada por poner en riesgo a su familia, pues viven personas vulnerables en su hogar, decidió aislarse en su habitación voluntariamente. Dos días más tarde, aún en aislamiento, se percató de que ya no podía distinguir los olores a su alrededor, tampoco podía detectar el sabor de sus alimentos, lo cual intensificó su temor al igual que el de su familia. Pronto Angela había perdido el sueño, el malestar generado por los síntomas del virus ya no la dejaban dormir, por lo que tuvo que tomar una decisión determinante, la única solución era internarse.  Una combinación de sentimientos fueron protagonistas de esta experiencia. Las llamadas de sus parientes la ayudaron a sobreponerse a esta dificultad, pues los desmayos y dolores fueron constantes y estuvieron acompañados de momentos que describe cómo “borrosos”. Sus seres queridos se sometían a la incertidumbre, habían escuchado historias trágicas de personas cercanas, por lo que intentaban calmarla enviándole ropa y alimento a su habitación. Luego de una larga estadía en el hospital, le dieron de alta, lo que alivió tanto a Angela, como a sus familiares. A pesar de ello, aún continúa sintiendo debilidad, agitación y dolor de cabeza, impidiendo que continúe con su rutina diaria. Angela no hizo algo moralmente incorrecto, solo trató de ayudar a su amiga pero, se debe tener en cuenta que el virus puede estar en cualquier parte, por lo que hay que priorizar nuestra salud y la de nuestros familiares.

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