Iván Carcausto: El nefasto devenir de las promesas vacías
- Alessandra Landa
- 14 oct 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 6 dic 2020

Era una mañana tranquila de julio, el cielo se encontraba despejado y el sol empezaba a evidenciar su presencia a través del viento que se asomaba por la ventana e inundaba el hogar de Janeth Delgado. Anoche, por primera vez en semanas, había logrado conciliar el sueño gracias a la noticia de que su padrino Iván Carcausto se encontraba bien de salud.
Eran las diez de la mañana y se disponía a ingresar a sus clases virtuales, cuando recibió una abrupta llamada de su madrina pidiéndole calmadamente que se sentara y escuchara. Sin embargo, no hubo necesidad de oír, ya que Janeth sabía lo que vendría a continuación. Aquel 29 de julio, el hombre que consideraba como su padre ya no formaba más parte de este mundo.
A pesar de que Janeth se encontraba viviendo en Canadá, se mantenía en constante contacto con su padrino Iván. La pandemia generaba un sentido de preocupación mutua y el tema de conversación de alguna manera siempre abordaba el estado de salud del otro. El desasosiego llegó a su punto más álgido cuando Iván le comentó que había presentado síntomas de Covid, y la indignación invadió su persona cuando le contó cómo lo contrajo.
Los últimos días de junio, Iván se vio obligado a dirigirse al centro de salud más cercano por un procedimiento de drenaje gastrointestinal consecuencia de la diabetes con la que había sido diagnosticado hace mucho. Debido a ser considerado como población de riesgo, intentó no darle importancia al constante y creciente dolor que sentía en su abdomen. Sin embargo, a las pocas semanas se volvió insoportable. Era necesario que fuera atendido, pues su abdomen se había hinchado por los 8 litros de líquido producidos por su organismo, los cuales debían ser drenados.
Grande fue su sorpresa, y la de su familia, cuando para realizarle la intervención, fue ubicado en la misma sala designada para pacientes covid, a pesar de que él no tenía síntomas del virus. La intranquilidad de la familia fue apaciguada cuando se les garantizó que permanecería aislado y con las precauciones protocolares adecuadas para evitar el contagio. No obstante, “se trataron de promesas vacías”, señala la ahijada de Iván. “Él me comentó que la única medida de distanciamiento era una cortina de plástico entre su cama y la del paciente diagnosticado con covid”, agrega.
A pesar que el procedimiento inicial por el que había asistido estaba culminado, no se le dio de alta hasta que recibieron el resultado de su prueba molecular. Lamentable fue que tomara un par de días obtenerlo, ya que fue tiempo suficiente para incubar el virus y presentar los síntomas una vez que se encontraba en la calidez de su hogar, en contacto con su familia. Se hallaba deprimido constantemente y, sobre todo, frustrado por la “ridícula” manera en que se había contagiado.
Iván respetaba el distanciamiento social, trabajaba desde casa y se cuidaba en lo más mínimo porque era consciente del alto riesgo al que estaba expuesto en caso de contraer el virus. Luego de enfrentar con tenacidad durante un mes la enfermedad a base de una dieta de pastillas y balones de oxígeno, el 29 de julio, su respiración se volvió dificultosa y exhaló por última vez.
Iván no falleció por el coronavirus. Iván falleció por confiar en un sistema de salud deplorable, en el que el paciente se visualiza como un número más de las cifras. Un daño colateral.
Gráfico 1:
En el contexto de la pandemia por el Covid-19, debemos resaltar que los hospitales son el principal foco de infección para el personal de salud. Ello podría ser una variable relevante para el contagio de pacientes en el mismo, como es el caso de Iván Carcausto.
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